Entre sus nubes de algodones
el Cielo presumía
paseando por Andalucía
a dos inocentes;
eran las cinco de la tarde,
igual que Lorca en su romance,
cuando a los pies de la Sultana
le cambió la suerte.
Fueron hasta allí engañados
por un tirano
para jugar entre los naranjales,
sin saber que en una hoguera
él los condena
para arráncarselos a su pobre madre.
"Los maté porque eran míos",
eso pensaría el cobarde;
"los maté por ser mis hijos",
cuando nunca tuvieron a un padre.
Eran las cinco, sonaron,
y las cenizas volaron,
a las cinco de la tarde.
Y con la mano en el corazón:
¿de qué sirven las pancartas
y esas emotivas cartas
y tantos minutos de silencio?
Prisión, hasta pudrirse en una prisión
y el abogado del diablo
que lo defienda en los infiernos.
De Huelva salieron
en puentes de plata
y Córdoba llora
sonrisas de nácar.
A las cinco, eran las cinco
un asesino
crespones negros le puso a un romance.
Ni jueces ni policías,
sólo su madre sabía y lo juraba
que él los mató aquella tarde.
Joaquín Quiñones Madera / José Luis Bustelo Sánchez - Comparsa "Los Peleles del XXI" (2013)
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