Les presento aquí tres cuadros
de Zurbarán y del gran Murillo
que valen treinta mil duros
a precio de baratillo
y para venderlos pronto
los voy a dar por la mitad.
Representa el primero un edificio
donde un célebre turco
tuvo su harén en el siglo quinto.
Está entre Bacaragua y Panamá,
un poquito a la izquierda del Pakistán.
El segundo cuadro es un guacamayo
que tuvo en su alcoba el Rey Don Pelayo.
Mientras más se mira más lejos se ve,
igual que el Castillo de Chuchurumbé.
El último representa
la copia de un gran sofá,
donde se sentaba Eva
en compañía de Adán,
y allí los dos muy tranquilos,
no crean que esto es patraña,
en un árbol del Paraíso
cierto domingo por la mañana,
los dos tenían mucha hambre
y se comieron una manzana.
La hija de Villacampa
se fue a Madrid,
por donde quiera que iba
le daban vivas con frenesí.
Instrucciones grandes llevaba,
con el corazón partío,
entró en casa de Sagasta
y vio a su padre detenío.
Los soldados que estaban de guardia
no la dejaron pasar,
¡Ay, mi pare de mi alma,
me lo van a ajusticiar!
Los ministros se conmovieron
y al oírla suspirar,
qué cosas no les diría
que hasta Sagasta se echó a temblar.
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