Entre las flores
de un jardín bello
nació una rosa,
tan rebonita
que hasta el agüita
que le caía, que le caía
se contagiaba de su perfume
de flor hermosa,
que aquella agüita,
agua bendita
se convertía, se convertía.
Su jardinero la fue mimando
igual que a un niño
y hasta cariño
le iba tomando día tras día,
la fue cuidando con gran esmero
y el jardinero sin su rosita ya no vivía.
Pero en una mañana
que muy confiado al viento se mecía,
una mano malvada se le encaprichaba
y la arrancaría.
Y al ver su jardinero
que no estaba en su rama
muriéndose de celos
en su dolor así la lloraba:
Rosa, ay, dime donde estas rosita,
de mi jardín la más hermosa,
fragante y primorosa,
di que mano maldita
te ha arrancao la vía;
rosa, sin ti el jardín ya no reluce,
ni brotará ese aroma dulce
que de tus petalitos
tan requetebonitos el aire percibía.
Quien de tu rama, ay te arrancaba,
no sabía que a ti sin vida te dejaba
y de mi se llevaba
lo que en el mundo más quería.
Antonio Martín García
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