En la noche de la muerte
fue más hondo y duro el cante,
los metales de la fragua
se templaron al saber
que los versos del poeta
manaban sangre,
sangre roja de la tierra
de donde fue.
En la noche de la muerte
fue la Luna su testigo,
vigilando mansamente al enemigo,
derramando su luz
por esos campos doloridos,
diciendo a los gitanos
que el poeta se había ido.
Se quedó dormido Federico
pero su recuerdo no murió,
no pudo apartarlo del camino
ni siquiera el fuego del cañón,
que con las verdades de los pueblos
nunca pudo ningún dictador.
La guitarra lloró,
la Alhambra enmudeció,
y de luto vistió Mariana Pineda,
porque se nos marchó el poeta
defendiendo con su sangre
la libertad de mi tierra.
Iván Chamorro Sibila / Luis Manuel Rivero Ramos / Jesús Bienvenido Saucedo - Chirigota "Los Últimos del Titanic" (1999)
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