Y tú siempre tan callao, ay, padre,
viendo transcurrir la vida
con tu divina paciencia.
Y tú siempre tan honrao, ay, padre,
y en tus manos se adivina,
la fatiga del trabajo y la decencia.
Nunca tuvimos de nada
pero nada le faltó
ni a tus hijos ni a tu casa,
gracias a tu gran tesón.
Y esconde ese cigarrillo
que madre te puede ver
y te dirá entre suspiros
que andas ya delicaíllo
con la maldita vejez.
"Si estoy hecho un chavalillo,
por mí no sufras", le dices, "mujer".
Un explosión y una guerra,
medio siglo de trabajo,
cuántas miseras tragedias
ese cuerpo ha soportao,
ay, padre de mis amores.
Y aunque no te han valorao
ni con medallas ni honores,
tú eres el líder más grande
que un hijo pueda tener,
eres mi amigo y mi padre,
mi religión y mi fe.
Vamos pa casa que es tarde
y ya está madre
deseando verte volver.
Antonio Martín García - Comparsa "Patiovecino" (1998)
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