Todo llega a su fin,
y el cuento se acabó.
No comimos perdices,
pero Pinocho, ya se calló.
Y aunque su gran nariz,
no sé si le creció,
Pinocho estaba encantado,
pues la justicia ni lo tocó.
Pinocho era de madera, y juguetón,
por eso no tenías entrañas, ni corazón.
Por más que quisiera el tirano,
estaba claro, que no era humano.
Cuánto tiempo con Augusto, en el poder,
más augusto estuvo Chile cuando se fue,
hasta el ultimo momento,
con falsos males, y mucho cuento.
Pinocho tenía la magia,
para convertir sin misterio
a cualquier estadio en un cementerio.
Pinocho escondió la palabra
y mientras de blanco impoluta
la Iglesia callada como una puta;
pero en las calles de Santiago,
por fin retornaron los libros,
por fin volvieron las canciones,
y las estrellas volvieron para brillar,
allá en el cielo, que es donde deben estar,
y no en el pecho de los generales.
Murió Pinocho, como tenía el cabrón,
que haber estado toda su vida entera,
quietecito para siempre en su cajita de madera.
Antonio Pedro Serrano Álvarez / Constantino Tovar Verdejo - Chirigota "Los Juan Palómez" (2007)
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