La Madrugá
se estremeció en el Barrio de Santa María
cuando su voz
enmudeció quedándose como dormía;
alboreando un Jueves de Semana Santa
se le apagaron las notas de su garganta.
Su corazón
no resistió cuando la tuvo frente a frente
y con la Virgen
se fue pa siempre, se fue pa siempre.
Y allí la Plaza de las Canastas quedó
en silencio esperando
aquella saeta que nunca acabó
porque murió cantando,
y allí seguirán sus quejíos,
sonando, sonando.
Cuentan que hasta el Nazareno
miró de reojo por San Juan de Dios,
porque siempre a su Greñúo
le cantaba Julia desde su balcón,
pero a la cita ya no acudió,
se quedó dormía
mientras se escuchaba
"¡al Cielo con ella!";
hoy cantando está en el firmamento,
y aplausos le dan, y aplausos le dan
las estrellas.
José Manuel Prada Durán - Comparsa "El Laberinto" (1997)
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